El cómo- El lenguaje
Algunas de las imágenes que tengo en mi panel tienen
un espacio plano, y las pocas indicaciones de profundidad, como las direcciones
oblicuas, no están sistemáticamente organizadas, sino que son arbitrarias y
contradictorias. No sugieren tridimensión, no percibimos el espacio en
profundidad, simplemente nos informan que éste existe, como en el caso del códice
medieval.
Otras imágenes son volumétricas y representan la
tridimensión. Las direcciones que poseen están organizadas en relación a la
línea de horizonte, representando un espacio profundo, los tamaños de las
formas se hacen más pequeños indicando la lejanía, como en la Madonna de
Bellini.
Y aun en un tercer grupo la representación del
espacio es ambigua, no es plano, pero tampoco profundo, como en los “Nenúfares”
de Monet.
En cuanto al color, las hay prácticamente
monocromáticas, las que toman como protagonista el contraste de valor, es decir
el claroscuro, -Rembrant-, así como hay
otras que abarcan el espectro del arco iris –Bonnard-, y cuyos contrastes
protagonistas son de temperatura del color e inclusive de tono del color, a las
que llamamos cromáticas.
A su vez, en algunas la forma es lineal y
relativamente cerrada, como en Fra Angélico, y en otras es abierta y predomina
la mancha de color por sobre la línea, como en Monet o en Rembrandt.
Podemos inferir que cada artista, e incluso cada época,
a través del estilo dominante, eligió, dentro del repertorio de formas y
colores de que disponía, algunos elementos del lenguaje que mencionamos –formas
abiertas o cerradas, lineales o pictóricas, tipos de contrastes claroscuros o
cromáticos, etcétera.-, en detrimento de otros, con la finalidad de llevar a buen
término su intención expresiva.
Ahora bien, esta elección es un acto de libertad.
Libertad que sólo es posible en el marco del conocimiento, ya que no podemos
elegir aquello que desconocemos.
Si consideramos al mundo visible como un mar de
colores y formas, el artista sería una suerte de pescador que tira su red al
mar con la esperanza de pescar algo. Ese algo tiene que ver con su intención, y
por eso elige entre distintos tipos de redes. Es decir, según la trama de la
red, podrá pescar diferentes cosas. Desde el punto de vista de la pintura puede
pescar ciertas formas y ciertas relaciones de colores; la intención está
definida en el momento de elegir la red.
El arte es siempre intención de algo; intención
de comunicar, de llamar la atención
sobre cosas o aspectos de las cosas, intención de conmover, de mostrar. La
intención es la guía para organizar el caos de posibilidades, es la brújula con
la que el artista va, a tientas, a intentar apresar lo inalcanzable, de arañar
la superficie de lo inapresable. La intención es la tijera que corta, que da
forma, que elige y descarta elementos dentro de la materia con la que debe
trabajar.
Así como el arte es un lenguaje pero también algo
más que un lenguaje, el arte es intención pero es algo más que intención pura.
Dado que está hecho por el hombre, está constituido por elementos conscientes e
inconscientes, vale decir que en la obra del hombre se cuelan significados que
escapan del control del artista, formas que el artista decidió incorporar y que
expresan algunos contenidos evidentes y otros ocultos, no siempre revelados al
autor, e incluso no siempre revelados a sus contemporáneos, y que fueron
percibidos años o siglos más tarde. Hay estilos completos, como el Manierismo,
que en su momento fueron valorados despectivamente como decadentes y
revalorizados siglos después.
También sucede lo contrario; formas que en el
momento en que fueron pintadas tenían un significado particular para los
hombres de esa época, es posible que hayan dejado de ser percibidas de la misma manera con el paso de
los años. Es un proceso similar al que sucede con las palabras de un idioma;
por ejemplo; ya no podemos leer de corrido un texto escrito en el S XVI, porque
muchas de sus palabras han caído en desuso y por lo tanto las desconocemos.
En la pintura, estos cambios de significado tienen
que ver con alegorías, metáforas, símbolos, mensajes, proposiciones, ideales de
una sociedad o de una época dada.
El entramado de motivaciones, deseos, miedos,
intenciones, ideas, necesidades, significados que pujan por expresarse le
otorga a la obra artística un grado de complejidad y riqueza que posibilita la
multiplicidad de lecturas, la inagotable y permanente fuerza expresiva de lo
que llamamos arte a través de los siglos.
Hay diferentes formas de aproximarse al estudio de
las artes visuales; a través de la
historia de los individuos, de las sociedades, de las culturas, de los
productos culturales. Existen los enfoques materialista, historicista,
psicoanalítico, organicista, etcétera.
Este libro propone abordar el estudio de una de las
disciplinas que integran las artes visuales, la pintura, directamente desde el
ver, desde el hecho de ver lo que nos muestra la naturaleza y lo que nos
muestran las obras de arte y poder leer en ellas lo que tienen por decir, cada
una en sí misma y en conjunto. Creemos que el conjunto del arte visual
demuestra que estamos frente a un lenguaje, con sus letras, palabras, frases
que se estructuran en una totalidad. Un lenguaje diferente al del habla y al de
la escritura, pero lenguaje al fin. Seguramente este punto de partida, como
cada uno de los otros, tiene sus limitaciones, sus agujeros, sus zonas oscuras.
Cada enfoque tiene necesariamente su limitación: el
abordaje psicoanalítico es ahistórico, porque se limita a tomar como materia de
estudio una obra producida por un individuo particular con independencia
del momento en que fue creada, de las circunstancias históricas en que
nació, de la historia transcurrida hasta ese momento, de la evolución que
implica conocer los elementos del lenguaje que se usaron antes y la manera en
que fueron usados. La concepción organicista
-Heinrich Wölfflin, Aloïs Riegl- conduce a una “historia del arte sin nombres”, es
decir, sin llegar jamás al individuo creador, enfoque que presupone que el
Cubismo debía inevitablemente suceder, aún en el caso de que no hubieran
existido las personas llamadas Braque o Picasso. Por último, el punto de vista
sociológico no logra explicar la gran riqueza y variedad de productos
culturales de una misma sociedad en un período dado.
Frente a la abundante oferta de textos que abordan
el arte desde todos estos aspectos, hay relativamente muy pocos textos escritos
por pintores, atesorados y recomendados en los talleres, que surgen de la
reflexión sobre la práctica concreta del dibujo y de la pintura, es decir,
desde el ver. Al igual que las otras aproximaciones, el punto de partida basado
en el ver o en el “leer” en la propia pintura tiene sus limitaciones, ya que
excluye a su vez consideraciones y relaciones muy importantes dentro de la
historia del arte.
Cada enfoque es una aproximación, un intento de
explicación. El arte es inabarcable y en cierto sentido imposible de definir,
más allá de su condición de perdurabilidad en el tiempo. Es decir, que una obra
se define como obra de arte cuando sigue siendo percibida como arte por las
distintas generaciones. Cuando está viva, y continúa hablándonos. Una parte de
este milagro es, como dije antes, inefable, imposible de explicar. Pero su otra
parte si es comprensible e incluso es posible aprender a verla, analizarla y
ponerla en palabras, y esa parte es el lenguaje del arte
Me encanta, sobre todo la idea de que la libertad tiene que ver con la información.
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