El milagro del arte
Una de las huellas más antiguas que nos dejaron los
primeros hombres, muy anterior a la escritura, es la pintura. Se trata de
pinturas hechas sobre las paredes de las cavernas.
Hasta hoy, y a pesar de la existencia de medios tan
complejos como la fotografía, el cine, la televisión o la computadora, el
hombre sigue pintando, sigue creando formas y colores en una imagen plana y
quieta, lo cual nos indica que la pintura responde a una necesidad humana,
necesidad de expresión, de representación, de comunicación que no es cubierta
por los otros medios. No obstante haberse alejado del lugar protagónico en la
cultura que ocupaba en siglos pasados, y tras los recurrentes pronósticos de su
muerte, la pintura sigue viva.
Antes del saber, antes del pensar, antes del
lenguaje, tal vez la conciencia primera de uno mismo sea la conciencia de ver,
de oír, de tocar o ser tocados, de gustar, de oler. Y de entre todos nuestros
sentidos, el de la vista es uno de los más importantes. Yo soy lo que veo, soy
yo viendo. Cuando pensamos en nosotros mismos, inmediatamente se nos aparece
nuestra mirada por sobre lo que nos rodea, sobre lo que pasa a nuestro
alrededor, sobre el mundo, aún antes de comprenderlo. Y el mundo se nos
presenta como un interminable suceder de colores y formas, como una película
sin fin, que nos rodea y de la que formamos parte. Estamos inmersos en un chorro de luz, que a medida que fluye
nos devela colores y formas sin cesar.
Desde siempre, el hombre intentó, trabajando con
formas y colores, recrear, reproducir
partes de ese mundo, de lo que veía, sentía y pensaba con respecto a él y a sí
mismo, como una forma de conocerlo, de comprenderlo, de tratar de manejarlo, de
trascenderlo, de mostrarlo, de criticarlo. Algunas de esas recreaciones
perduran a través del tiempo, nos siguen causando asombro, emoción, reflexión.
Las percibimos como algo vivo, que nos sigue hablando al oído o al corazón en
el momento en que las contemplamos y cuyo mensaje permanece vigente a través de
los tiempos, y es por eso que las llamamos obras de arte.
Ahora bien, la pintura se va construyendo sobre la
pintura ya hecha, es decir, la pintura es el resultado del diálogo que el
pintor establece con el mundo que lo rodea, por un lado, y la historia de la
pintura, por el otro.
Para esto es necesario saber leer la pintura, es
decir, saber ver; el legado de la pintura no está en los libros, sino en los
cuadros.
Los cuadros nos siguen susurrando sus verdades, sus
múltiples verdades, que nos llegan a través de colores y formas, que dan cuenta
de ideas, emociones, en fin, contenidos indisociables de dichos colores y
formas. Tan íntimamente imbricados que si modificáramos un solo elemento, el
cuadro sería otro.
[parte 2/?]
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